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188 ANUA.RIO MISIONAL indispensable en estos preparativos el caballito de papel, que se vende a propósito para estas ceremonias, y que, una vez quemado, puede utilizarlo el difunto para cabalgar en su largo viaje, antes in– dicado. Quem~n en su honor papeles blancos. incienso, billetes, me– jor dicho, papeles que simbolizan billetes, par& que pueda utilizarlos el difunto, proveyendo dignamente a las necesidades del camino. Todo esto tiene por fin, el congraciarse con el espíritu, a fin de que una vez ido no vuelva a molestarles de nuevo, para lo cual han tenido la suma precaución de atar fuertemente los pies del cadáver. Antes de enterrarle preparan una mesita sobre la cual colocan una tableta, llamada tableta del alma, en la que va inscrito el nom– bre del difunto, y ante la cual hacen postraciones, queman incien~o, y colocan algunos alimentos, para que pueda mantenerse el espíri– tu. junto a esta tableta, no dejan de colocar a sus dos lados, dos estatuas pequeñas, que simbolizan los dos que han de servir al di– funto en la otra vida. Hechos estos preparativos llaman al adivino, para que señale por escrito el día del entierro y los ritos según los cuales hay que en– terrarle. Respecto a la hora de los entierros no hay cosa fija ni determi– nada, sino es para el entierro de los niños o jóvenes, que en muchos sitios tienen cuidado de enterrarlos después de la puesta del sol, para evitar que sus rayos solares obren sobre el difunto i:I llevarlo a enterrar, y lo resuciten, en cuyo caso sería de temer una vengan– za por parte del espíritu, estropeándoles la hacienda, o los anima– les de casa, o lo que sería peor, causándoles graves daflos en las mismas personas de la familia. El entierro Para la conducción del cadáver llaman a cuatro o seis desarra– pados, que tienen el oficio de sepultureros, los cuales cargan con el féretro, siendo acompañados de otros tantos hombres no tan mal trajeados, pero armados de sendas palas y emprenden la marcha precedidos de los bonzos vestidos con unas túnica encamadas, vie· jas, sucias y rotas, que van cantando sus oraciones, sin molestarse de la gente que ríe, llora y habla a su gusto y placer. En la comitiva no faltan los dulzaineros y los llorones y lloro– nas, que colocadas junto al féretro acompañan con sus lamentos a los músicos. La primera en llorar a gritos y en presencia de la gen– te, ha de ser la esposa al quedarse sin su esposo, y junto a ella irán en la conducción del cadáver otras parientes vestidas de blanco, que es el luto chino. Irán tambien enlutados de blanco, agarrados a una larga cuerda que arranca del ataud, un sin número de plañideros y

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