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100 ANUARIO MISIONAL las noticias que son necesarias para perfeccionarlo; mas atendien– do a que, en el transcurso de este trabajo, serán precisos nuevos datos para hacer resaltar la labor del misionero, quiero cerrar este artículo con dos nuevas pinceladas, que con mayor colorido y en toda su viveza se relatarán más adelante. Dos nuevas pinceladas= El hambre y la guerra Al abandono y apatía que sienten por sí y por sus cosas los naturales del Kansu, se une la pobreza en que viven, pues la esca– sez de agua y las pertinaces sequías tan frecuentes en estas comar– cas, unidas a los abrasadores calores del estío, asolando durante años consecutivos sus cosechas, producen en estas inmensas regio– nes de la China, esas horripilantes escenas de multitudes faméli– cas, que como cadáveres ambulantes se movilizan de una región a otra, en busca de un pedazo de pan, que la mayoría de las veces no encuentran, dando con sus vidas en las calle.s, en los campos o en los mismos caminos, de su voluntario destierro. Son las escenas dolorosas, que durante tres años han vivido nuestros misioneros del Kansu. Y con esta desolación se unía el terrible bandolerismo y pilla– je, que no perdonaba la vida de los paisanos, ni respetaba la esta– ción del misionero. Estas invasiones tan frecuentes de soldados desertores, que abandonaban el campo de la lucha, y que al frente de un jefe o ge– neral por ellos mismos elegido se entregaban al saqueo y a la devas– tación de cuanto a su paso encontraban, a la vez que a la rapiña de cuanto les agradaba, ha producido en los naturales un sobresalto continuo, que les retraía del misionero, y a este le ha impedido no– tablemente su labor evangelizadorn, porque no podía ni visitar sus cristiandades, ni abrir sus catecumenados. La historia del Kansu durante los últimos años se presenta es– crita con páginas fatídicas de una serie no interrumpida de plagas, hambres, peste, guerras y ladrones. Pobreza material , junto con una mayor pobreza y miseria es– piritual, es el marco dentro del cual, encuadra el retrato más som– brío, que delinearse pueda, de una raza y de una Provincia aban– donadas, de un pueblo miserable, y de unas gentes sin id!!ales ni energía en su alma, ni fuego en su corazón, ni valor ni entereza en su voluntad, que viven al borde del abismo de la degradación hu– mana, lejos, muy lejos del calor y de la vida, que produce en las almas y en las inteligencias el conocimiento y el amor del único y verdadero Dios, y del Redentor del mundo.

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