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ANUARIO MISIONAL 115 Religiosidaddel chamorro. Es naturalmente piadoso en cuan– to se le instruye bien en la vida cristiana: debido a su ignorancia y a la apuntad11 debilidad de su carácter, el chamorro ba degene– rado algo de su antiguo catolicismo por el contacto con las sectas separadas: pero desde que los PP. Misioneros vasco-navarros to– maron bajo su cuidado la evangelización de la isla, se ha notado ma– yor florecimiento religioso que esperamos crecerá en adelante. Hay en Guam la antiqulsima costumbre de las llamadas •No– venas• a los Santos de mayor devoción: con muchos días de anti– cipación adornan el aposento donde se ha de venerar la imagen de su preferencia: búscase la erezadora,, son invitados los parientes y vecinos que llenan, el dia de la fiesta, la humilde casa del buen cha– morro, convertida en templo. Tanta suele ser la concurrencia de la gente a ell!I, a la novena, que a veces los hombres quedan fuera, y desde los alrededores de la casa van siguiendo con respeto, compostura y devoción la ora– ción y los cánticos de los de dentro. Hay novenas, como la de la Inmaculada y la de San José, que simultáneamente se hacen en va– rias casas; y es emocionante, curioso y encantador, recorrer en no· che serena y apacible, las calles oyendo aquí y allá y en muchísi– mos sitios a la vez, los rezos y los cantos, que a porfía y en tonos diferentes, dirigen a la Virgen. Al cabo de la novena matan ordina– riamente algún animal, criado exclusivamente para ello, cuya carne reparten entre los enfermos, el Pad.re, los parientes y los que han asistido a la novena. Y de ordinario, aquel día se guarda fiesta. Las misas. Es otra de las devociones del pueblo chamorro, muy arraigada, el dar misas al Padre, sobre todo, para las ánimas del purgatorio; y si no tienen a mano el estipendio, esperan al día de cobrar los jornales o los sueldos, y apenas reciben, se van hacia el convento (casa parroquial) antes que a su propia casa, a entre– gar el estipendio de las misas, que han encargado durante el mes. Y es tal el respeto con que miran el dinero ofrecido a los fines re· ligiosos, que no hay miedo a que lo toquen aún en momentos apu· rados, ni los niños, porque lo consideran ya • iyon Yuus• propiedad de Dios. Los domingos y fiestas de precepto las misas, y sobre todo, la primera, antes de la aurora, •misan mona>, son concurridísimas. Ha habido misionero que ha tenido la curiosidad o gusto de con– templar la salida del templo de las grandes masas, que se dirigen a sus casas, c!espués de oir la santa Misa, y quedarse admirado con aquel cuadro magnífico de 3.000 o más chamorros que acaban de cumplir con el precepto de oír Misa.

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