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APROXIMACIÓN HISTÓRICA AL CONCEPTO «ESCUELA DE SALAMANCA» El uso tan frecuente y diverso del concepto «Escuela de Sala- manca», especialmente en la segunda mitad del siglo XX , impone, como ya sugirió hace algunos años Belda Plans 1 , encontrar la noción crítica de qué es y qué entendemos por tal. Algunos autores conside- ran haber dejado ya zanjado el tema, pero lo cierto es que una lec- tura atenta a los datos y a los acontecimientos, no parecen ser tan simples como se ha pretendido hacer creer. Desde nuestro punto de vista, parece necesario clarificar el contexto histórico que da sentido a esta realidad, puesto que ella nos puede ofrecer cierta luz. Como punto de partida, nadie puede negar la existencia clara de una Escuela, que viene configurada por un modo de hacer y pen- sar, donde la teología es el motor propio y singular que da sentido a la misma. Ya los grandes autores del siglo de oro español tienen clara conciencia de este hecho singular. A este respecto, baste recordar al eminente teólogo Melchor Cano quien, sin ninguna duda, tiene por seguro ser discípulo del Maestro Francisco de Vitoria 2 . Partiendo de la realidad del concepto, se impone ahora determinar Salmanticensis 52 (2005) 69-119 1 Cf. J. Belda Plans, “Hacia una noción crítica de la “Escuela de Sala- manca”, en Scripta Theológica 31 (1999) 367-411; Id., La Escuela de Salamanca y la renovación de la teología en el siglo XVI (Madrid 2000). 2 Cf. Melchor Cano, De locis theologici s libri duodecim , lib. XII , cap. 1 (Sal- manticae 1563) 385a. A este respecto las palabras de Cándido Pozo, aunque dis- tantes en el tiempo, son de un profundo equilibrio, a la hora de determinar la importancia del autor salmantino. “Los teólogos de Salamanca han visto en él al padre de la Escuela salmantina e incluso de la renovación de la Teología en el siglo XVI . Aun limadas sus frases de lo que pueden tener de exclusivismo, es evi- dente la amplitud y profundidad del influjo de Vitoria que contrasta con la exi- güidad de su producción literaria. Vitoria sentía una gran dificultad –conocida y confesada por él mismo– en preparar originales para la imprenta. Pero poseía un eminente «don de magisterio», que le permitió trasfundir su espíritu –en unas

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